miércoles, 18 de marzo de 2009

MOLESTIA Y SENTIMIENTO

MOLESTIA Y SENTIMIENTO

En fecha reciente, recibí una muestra de irrespetuosidad - que no esperaba- de los miembros más cercanos de mi familia.
Como todo padre/abuelo protector, en los últimos cinco años, he estado dando a mis hijos todo el apoyo necesario para que enfrenten su destino, de una manera menos difícil que la que yo tuve que afrontar cuando viví las mismas etapas de vida que ellos están pasando.
En especial, quienes mas cerca están de mí, han recibido mayor apoyo, sin que me haya olvidado de uno de mis hijos que vive en una ciudad lejana a estas tierras veracruzanas.
Ese apoyo que les he brindado a mis hijos, es irrestricto y sin condición, pues cada vez que requieren que le brinde protección y cuidado a su pequeño hijo de 5 años,- porque ellos tienen actividades propias de su profesión que realizar- lo he hecho aún con menoscabo de mi tiempo y de mi espacio.
Pero, esa disposición que siempre he mostrado, tal parece que la han considerado como una estricta obligación de parte mía y creo que en ese sentido, están equivocados y por no tener distanciamiento verbal con ellos, he ido dejando pasar el tiempo sin hacérselos saber.
En esta ocasión, la esposa de mi hijo, llamó por teléfono a las 8 de la mañana para avisarme que ya venían en camino para dejar al pequeño en mi casa, para que posteriormente yo lo llevara a su escuela y como no traía conmigo el teléfono móvil, obviamente no le respondí.
Eso fue motivo para que a los quince minutos que llegué a mi casa, el niño y ella, ya estuvieran allí, ella vistiendo al pequeño con el uniforme. Previamente, y de muy malas maneras y con cierta grosería, ella entabló el siguiente diálogo con mi esposa:
- Hola ya llegaron.
- Si, estuve haciendo llamadas al abuelo para decirle que ya veníamos en camino y no me contestó!
- Ah, entonces tu llevarás al niño a la escuela?
- Pues si, ya que más da si ya se me hizo bien tarde.

En esos momentos llegué a la sala de la casa y saludé, sin recibir ninguna respuesta de parte de la esposa de mi hijo.
Enseguida escuché sus gritos desaforados, dirigiéndose con voz de enojo al niño, ordenándole que se terminara de vestir porque ya no tenían mucho tiempo para llegar a la escuela.
Se retiraron, despidiéndose solamente el pequeño, quien afortunadamente tiene un carácter extrovertido que le ayuda a superar esos momentos de tirantez familiar.
Posteriormente al hablar con mi hijo, le pregunté que porque su esposa había reaccionado de esa manera agresiva, y me contestó que como no iba a estar enojada, si se supone que yo debería estar puntualmente a las ocho de la mañana en espera de que llegara el nieto, pues ellos tienen su tiempo medido para llegar a su trabajo.
Le respondí que no entendía porque era tanta la prisa, puesto que la nuera estaba incapacitada por encontrarse enferma. Me respondió que de todas maneras, aunque estuviera incapacitada, tenía que llegar temprano a su trabajo para reportarse como incapacitada.
Sobre este episodio estuve reflexionando. Llegué a la conclusión que he tenido tantas atenciones con ellos, que han confundido el amor filial, con la obligación total y definitiva de responder a sus llamados de inmediato y sin tardanza.
Se han olvidado que como su padre que soy, merezco respeto y una mínima cortesía. Se olvidan que soy una persona mayor y que como tal merezco un trato digno y respetuoso hacia mi tiempo y mi espacio.
Todavía cinco días después, a insistencia de mi nieto, se presentaron en mi casa y con el argumento de que están afectados físicamente por una enfermedad bronquial, entraron como animalitos de la creación, sin saludar a las personas que estaban presentes en ese momento, olvidando las normas mínimas de educación, que se supone han mamado desde su infancia y que –también se supone- convalidaron al realizar estudios universitarios.
Definitivamente estoy muy molesto y espero que lo entiendan y capten la idea de que a partir de ahora, el apoyo incondicional que les di durante todos estos años, estará mucho muy restringido y sujeto al respeto que deberán mostrar hacia mi persona. No permitiré que continúen dañando mi dignidad como persona mayor ni muestren una mala educación que no corresponde a los ejemplos que yo les di –al menos a mi hijo - durante su crianza.