Diálogo entre una tía política y una vecina de la misma.
NOTA: En el caló de la costa veracruzana, las “eses” finales (y en algunas sílabas intermedias) se cambian por “jotas”.
- “Oiga Lenchita, fijese que me había ejtado sintiendo muy mal.
- Y eso, que males le aquejan vecina?
- Puej que me han ejtado doliendo laj coyonturaj de laj rodillaj y por consiguiente la ejpalda y me canso luego, luego que camino tantito!
- Y que ha hecho para remediar esos males, a ver dígame usted.
- Puej eso le quería comentar, ya que le quiero recomendar a un muy buen doctorcito que me curó de estoj malej. Ej uno que ejtá en un consultorio enfrente de la virgencita de Guadalupe y que por cierto ej muy joven, alto, moreno claro, y que le tiene mucha paciencia a suj enfermitoj. Bueno, le digo ejto porque en el mijmo consultorio, antej de entrar a mi consulta por primera vej, ejcuche comentarioj de otraj personaj que ya son suj pacientej endendenantej. Y cuando me tocó mi turno, confirme todo lo que había ejcuchado. Y luego, cuando cumplí con todaj suj recomendacionej y tome los medicamentoj que me recetó, puej confirmé aún mas completamente, que ej un buen doctorcito, ya que me he sentido mucho mejor. Por esa razón se lo ejtoy recomendando a ujted y a todoj loj que conojco, para que si se sienten mal, acudan a èl y con toda seguridad que loj curará de suj malej.
- Pues no estará usted para saberlo pero ese doctorcito, por las señas que usted me da, es mi sobrino.- dijo la tía con cierto orgullo familiar.”
Posteriormente mi tía me hizo el comentario de esta plática que había tenido con su vecina y precisamente de eso, quiero hacer un comentario.
Una de las más grandes satisfacciones que recibo en estos días, es escuchar opiniones de diferentes personas en relación al servicio que como profesionista de la medicina, está prestando a la sociedad mi hijo mayor.
Recuerdo que en alguna ocasión le dije que si había pensado en ser médico, me daba mucho gusto, pues es una de las carreras mas difíciles y humanitarias, que no cualquier persona puede aspirar, puesto que requerirá siempre de sacrificios, tanto para mantenerse al día en los adelantos científicos, como para escuchar con paciencia a los seres humanos (no hay que dejar de lado ese aspecto) que acuden a solicitar sus servicios, ya que cada uno de ellos será biológicamente distinto y por consiguiente requerirá de un diagnóstico también diferente por parte de él.
Y además que si iba a ser médico, que bueno, pero que también debía tomar en cuenta que debía ser EL MEJOR, no conformarse solamente con serlo.
Es motivo entonces de especial orgullo, el que las gentes que han recibido su atención profesional, se expresen tan bien de su persona, aunque también será un gran compromiso para él, pues deberá responder a ese reconocimiento moral, con dedicación, esfuerzo y sacrificio muchas veces familiar y económico.
Mi reconocimiento entonces y orgullo filial para ese gran hijo, que con su actitud honesta y profesional, demuestra que mi compañera y yo, no sembramos en tierra árida.
NOTA: En el caló de la costa veracruzana, las “eses” finales (y en algunas sílabas intermedias) se cambian por “jotas”.
- “Oiga Lenchita, fijese que me había ejtado sintiendo muy mal.
- Y eso, que males le aquejan vecina?
- Puej que me han ejtado doliendo laj coyonturaj de laj rodillaj y por consiguiente la ejpalda y me canso luego, luego que camino tantito!
- Y que ha hecho para remediar esos males, a ver dígame usted.
- Puej eso le quería comentar, ya que le quiero recomendar a un muy buen doctorcito que me curó de estoj malej. Ej uno que ejtá en un consultorio enfrente de la virgencita de Guadalupe y que por cierto ej muy joven, alto, moreno claro, y que le tiene mucha paciencia a suj enfermitoj. Bueno, le digo ejto porque en el mijmo consultorio, antej de entrar a mi consulta por primera vej, ejcuche comentarioj de otraj personaj que ya son suj pacientej endendenantej. Y cuando me tocó mi turno, confirme todo lo que había ejcuchado. Y luego, cuando cumplí con todaj suj recomendacionej y tome los medicamentoj que me recetó, puej confirmé aún mas completamente, que ej un buen doctorcito, ya que me he sentido mucho mejor. Por esa razón se lo ejtoy recomendando a ujted y a todoj loj que conojco, para que si se sienten mal, acudan a èl y con toda seguridad que loj curará de suj malej.
- Pues no estará usted para saberlo pero ese doctorcito, por las señas que usted me da, es mi sobrino.- dijo la tía con cierto orgullo familiar.”
Posteriormente mi tía me hizo el comentario de esta plática que había tenido con su vecina y precisamente de eso, quiero hacer un comentario.
Una de las más grandes satisfacciones que recibo en estos días, es escuchar opiniones de diferentes personas en relación al servicio que como profesionista de la medicina, está prestando a la sociedad mi hijo mayor.
Recuerdo que en alguna ocasión le dije que si había pensado en ser médico, me daba mucho gusto, pues es una de las carreras mas difíciles y humanitarias, que no cualquier persona puede aspirar, puesto que requerirá siempre de sacrificios, tanto para mantenerse al día en los adelantos científicos, como para escuchar con paciencia a los seres humanos (no hay que dejar de lado ese aspecto) que acuden a solicitar sus servicios, ya que cada uno de ellos será biológicamente distinto y por consiguiente requerirá de un diagnóstico también diferente por parte de él.
Y además que si iba a ser médico, que bueno, pero que también debía tomar en cuenta que debía ser EL MEJOR, no conformarse solamente con serlo.
Es motivo entonces de especial orgullo, el que las gentes que han recibido su atención profesional, se expresen tan bien de su persona, aunque también será un gran compromiso para él, pues deberá responder a ese reconocimiento moral, con dedicación, esfuerzo y sacrificio muchas veces familiar y económico.
Mi reconocimiento entonces y orgullo filial para ese gran hijo, que con su actitud honesta y profesional, demuestra que mi compañera y yo, no sembramos en tierra árida.